Santiago de Compostela es una ciudad llena de relatos sobre personajes variopintos. Hoy te vamos a contar la leyenda de Cotolay, una historia antigua muy ligada al origen del Convento de San Francisco.
La tradición local cuenta que Cotolay era un carbonero que vivía en la falda del monte Pedroso, en una chabola con pocos recursos. Su vida cambió cuando conoció a San Francisco de Asís, que había peregrinado a Compostela. Ambos se hicieron amigos rápidamente y compartieron enseñanzas y consejos.
La historia relata cómo el santo recibió una revelación divina mientras oraba: la orden de fundar un convento en las afueras de Santiago, en lo que se conocía como Val de Deus. Este logró conseguir estos terrenos, pertenecientes al Monasterio de San Martiño Pinario, mediante un acuerdo con el abad que involucró una compensación bastante curiosa: darle una cesta anual de peces.
La trama toma un giro inesperado cuando San Francisco, que debía marchar a Italia, decidió confiarle a su amigo Cotolay la construcción de este templo. El carbonero le contó que él no podría hacerlo, ya que no tenía los recursos necesarios.
El santo no le hizo caso y le aseguró que encontraría lo que necesitaba para esta hazaña en una fuente cercana a su casa. Y así fue, porque allí estaba esperando un tesoro con el que financió el Convento de San Francisco de Asís, uno de los edificios más emblemáticos de Compostela.
Una historia basada en hechos reales
La figura de Cotolay ha generado debate entre los estudiosos. Y es que algunos defienden la posibilidad de que este, lejos de ser el pobre hombre del mito, era en realidad un burgués que costeó la construcción del convento. No solo eso, ya que se sabe que fue regidor de la ciudad y promotor de partes de su antigua muralla.
Su leyenda ha dejado una marca tangible en Santiago de Compostela. La tumba de este enigmático personaje, acompañada de una inscripción del siglo XVI que narra su relato y la conexión con San Francisco, aún se puede contemplar en el convento.
Aunque el paso del tiempo haya destruido parte del edificio original, que fue posteriormente reconstruido, la memoria de Cotolay perdura. En 1966, el director Juan A. Nieves Conde llevó su historia a la gran pantalla. El actor Vicente Parra fue el encargado de darle vida a San Francisco, mientras que el francés Didier Haudepin se puso en la piel del carbonero.
Si te ha cautivado esta leyenda, te animamos a que visites el Monasterio de San Francisco por ti mismo y puedas conocer más sobre su protagonista.
0 comentarios